El día en que todo se vino patas abajo— o cómo mi vida cayó en picada por una espiral de desesperación irreversible.

 

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Entrevista realizada a Salomón Ojo del Agua, por el L. Ángel Hernández. Tomada del Archivo de Documentos para la Reconstrucción de los nuevos libros de texto gratuitos de la Nueva Historia de México.

Gobierno de México

Secretaría de Educación Pública

20 de marzo de 2084

 

-Buenas tardes, señor Ojo del Agua.

-Buenas tardes.

- Me presento, soy Ángel Hernández, ¿Cómo está hoy?

-Qué le importa.

(Silencio... Prolongado)

-Ejm, me importa mucho, Don Salomón.

- ¿Y eso?

- Me gustaría no perder más el tiempo, ya que es limitado; pero mis compañeros ya debieron explicarle detalladamente los altos fines por los que usted se encuentra hoy aquí.

- Pues basta de sin sentidos, sólo quiero cumplir con mis obligaciones de carácter federal. Por favor empiece lo más pronto posible. Tengo cosas que hacer.

- Me parece perfecto. Pero quiero que tenga presente que el servicio que nos otorga será de tremenda utilidad para las generaciones futuras: está haciendo el mayor servicio a la Nación posible, después de entregar su fuerza bruta en la trinchera del África, evidentemente.

- Mmmhh

- Se trata nada más y nada menos que de la construcción de la Nueva Historia de México, Señor Ojo del Agua… De acuerdo, pues es hora de empezar... Déjeme ver... (Hernández saca una hoja de papel del cajón de su escritorio) ¡Ah-ha! Aquí está. Permítame empezar. ¿Recuerda la fecha en la que sucedieron los hechos? ¿Fue en su primaria, cierto?

- Sí... Era una anaranjada tarde, distorsionada por el recuerdo, del 2014.

- Cuénteme todo lo que sucedió el día en el que se le entregó el artilugio, señor, desde que abrió los ojos.

- No sé si—… No sé si yo...

(Hernández miró sospechosamente de reojo al custodio que vigilaba la puerta)

- Eran las 7 de la mañana y yo seguía dormido. En ese antes rancho lleno de moradas rectangulares, en la mañana siempre se sentía un frío intenso, crítico. Respirabas el agua del aire congelada y rebotaba por tus pulmones en un circo interminable. La sacabas y la volvías a meter, una y otra vez… En fin, finalmente mi mamá, Eugenia Sánchez, amable de vocación y rubia por decisión, decidió que ya era hora de que me pusiera las chanclas y me apurara. Salté del susto ya que se me había hecho tarde; con una velocidad impresionante tomé los ganchos de mi tubo de fierro atorado entre dos pedazos de pared, descolgué de ellos mi uniforme y, con los ojos hinchados, me dispuse a entrar a mi traje de “recluso”, como me gustaba llamarle. Pantalón, camisa bordada, suéter azul, mis zapatos sucios y, finalmente, una corbata falsa de broche, color dorado. Mi jefa Eugenia estaba haciendo la comida a esas horas, ya que después se iba a su trabajo a desperdiciar su vida de 9 a 5, así que ni ella ni nadie tuvo la oportunidad de reparar en el hecho de que tenía los zapatos al revés y tenía dos kilos de lagañas en cada ojo.

- Por favor, no deje de explayarse en los detalles. ¿Era acaso usted… cómo decirlo… de bajos recursos?

- Naturalmente.

- Bien. No me quiero adelantar, pero no olvide mencionar cómo mejoró su situación después de la entrega del dispositivo. Prosiga.

- Mi padre, Aníbal, me sirvió mi cereal. Me preguntó si deseaba que le pusiera plátano, le contesté que no; igual le puso. Cuando me senté a degustarlo, en un acto de rebeldía, decidí dejar los plátanos en el plato.

Después, él salió a limpiar y encender el bocho para llevarme, yo me lavé los dientes, le subí el cierre a mi mochila y a mis pantalones, y me despedí de mi madre. Subí en el auto y llegamos al punto de interés para nosotros, bueno, para ustedes. Me compró un sándwich de jamón con la señora que se pone enfrente de la entrada, me dijo que si quería un yogur, le dije que no; igualmente me lo compró y me lo metió a la mochila. Luego, parentalmente me acomodó la greña y me empezó a ver feo cuando notó que tenía un montón de lagaña y que no me había lavado la cara; me dijo que por qué no tomaba responsabilidad de cómo me veía. A mí no me importaba. Cuando ya estaba entrando a la escuela, creo haber escuchado gritos procedentes de él al ver que tenía los zapatos al revés. Decidí ignorarlo por higiene mental y caminar más rápido. El hecho de que no me haya tropezado con mis patas chuecas fue un milagro que le sigo agradeciendo a Dios hasta hoy.

         Iba andando encima del cemento cuarteado de la escuela, con las manos en las bolsas y pasando al lado de los maestros y administrativos tomándose su café en vaso de unicel. Vi de lejos, en el estacionamiento, a un conjunto de señores con sobrepeso y ligera calvicie, saliendo de una camioneta blanca con escudo del gobierno; unos iban platicando y contándose chistes de mal gusto mientras otros sacaban de la retaguardia de la camioneta un par de cajas de cartón enormes que contenían cajas más pequeñas dentro. Me preguntaba con mi característica curiosidad qué podrían contener esos prismas rectangulares. Ni en mi hipótesis más aventurada sospeché que resguardaban dentro el inicio del fin.

- ¿Inicio del fin? ¿Cómo es eso?

(Hernández se sobresaltó ligeramente, se le subió un poco de sangre a la cabeza y se le remarcaron las venas de su prominente frente).

 - Sí… eh… me refiero al inicio del fin de mi miseria… evidentemente… sí.

- La nación se enorgullece. Siga.

- Entré a mi salón, saludé a mis amigos y comenzamos a platicar de los nuevos mods de Emerald.

- ¡Mi abuelo también jugaba Emerald!

- Felicidades.

(Hernández apretó el puño)

(Silencio… más prolongado)

[Nota del narrador omnisciente: el trabajador encargado de transcribir la entrevista a este documento, evidentemente no lo anotó en sus acotaciones, pero estaba muriendo de incomodidad. Se respiraban las ganas de Hernández de sacarle los dientes al viejo.]

(Hernández se reincorpora)

- Le voy a pedir de la manera más amable posible que tome esto con seriedad, Salomón.

-Don Salomón para usted.

(Hernández hace un ademán de llamado al custodio que es interrumpido por su interlocutor)

(Ojo del Agua se reincorpora rápidamente)

-Sí, sí, disculpe… Emerald era una experiencia impecable, cualquiera que haya tenido la fortuna de estar vivo en ese intervalo de tiempo fue víctima de las maravillas visuales y de jugabilidad que nos ofrecía la cuadrada tridimensionalidad de Emerald.

[Nota del narrador omnisciente: Hernández se sobresaltó como una niña por dentro.]

-El legado de Emerald sigue hasta nuestros días, ¿no cree usted?

- Por su puesto.

- Continue.

- Así que estábamos hablando de la perfección de producto que era Emerald, cuando llegó mi maestra. Arbitrariamente, como siempre, nos obligó a pararnos de la silla sólo para decirle buenos días. Realizamos nuestras obligaciones escolares y, finalmente, llegó el recreo. Mis amigos y yo salimos a la cooperativa por nuestra dosis diaria de azúcar empaquetada. Llegó la rutina: correteas una niña, una niña te corretea, una monotonía que a esas alturas ya no causaba conmoción alguna. Vas al baño y te burlas del niño que se baja los pantalones hasta el suelo sólo para hacer del uno… en fin, otro asoleado recreo sin nada particularmente notable; y así creí que iba a ser el resto de mi patético día dentro de mi patética vida, hasta que cuando entramos en fila hacia el salón, descubrimos que los obesos y pelones señores estaban adentro de nuestra jaula, esperándonos ansiosos y con una emoción que nunca había visto en ningún hombre jamás. Las cajas estaban ahí también.

   Nos sentamos todos y la maestra les cedió la palabra. Voy a tratar de reconstruir de la manera más precisa posible el discurso del orador:

    Mis pequeños mexicanos. Quiero, antes que nada, dejarles claro que ustedes son los hombros sobre los que se posará la gloria de México en las décadas siguientes. Ante nosotros se muestra de manera impecable el orgullo de nuestros antepasados y la recompensa de la sangre derramada durante más de doscientos años. Ustedes cargan el linaje del cura, del caudillo y del licenciado. —Creo que yo me saqué un moco en esa parte—. Prepárense, por lo tanto, para recibir los frutos de la majestuosa lucha que ha significado construir este país. Prepárense para ser el futuro. Prepárense para llevar su educación a niveles nunca vistos dentro de nuestra geografía. Prepárense para cargar a su patria.

    Entonces el individuo con exceso de glucosa en la sangre hizo un ademán que repartía a sus compañeros la orden de sacar las pequeñas cajas de las cajas grandes. Y nos las empezaron a repartir a cada uno de nosotros.

    La euforia más majestuosa que haya presenciado en un grupo de infantes se hizo presente en esos momentos. Las sacamos de la caja de cartón, sacamos los instructivos, el cargador y, finalmente, ahí estaba. Ella estaba tan blanca y delgada como siempre, con un botón naranja y dos bocinas por detrás. Todos la presenciábamos alucinados, perdidos en su belleza, en toda esa memoria preparada para meter cincuenta juegos, en sus diez pulgadas de espejo negro. Fue probablemente el día más feliz de mi vida.

(Hernández mira a Ojo del Agua con una gran sonrisa dibujada en su rostro).

[Nota del narrador omnisciente: Por protocolo, el transcriptor no lo podía especificar, pero Hernández estaba llorando.]

-Detrás de la pantalla venía escrito .mx; SEP; Mover a México. Tal vez ese fue el día en el que más regocijo experimenté en mi existencia, pero nunca pude imaginar lo que vendría después y cómo afectó a mi vida. Esto es realmente importante, señor Hernández; verá, a las pocas semanas empecé un canal de YouTube, me hice aún más adicto a Emerald y todo lo que me provocó fue terrible, ¿sabe usted qué es un papu?, ¡¿sabe qué es un momo?! ¡Nunca pude recuper—

(Hernández lo interrumpe)

-Esto es todo lo que necesitamos. Gracias por su colaboración.

(Hernández llama definitivamente al custodio para que acompañe amablemente a Ojo del Agua a la salida y le brinde indicaciones de movilidad, como es responsabilidad del Estado.)

 

Gobierno de México. 2084.

 

    [Nota del narrador omnisciente: Sacaron a Salomón Ojo del Agua a patadas y jalones de su escaso cabello antes de que dijera otra palabra. Ah, y Salomón Ojo del Agua no alcanzó a decirlo, pero su padre, Aníbal, le repartió, como se dice popularmente, una chinga, cuando llegó a su casa y descubrió que no se comió los plátanos de su cereal.]

 

Para los nacidos mucho antes o mucho después del 2004:

    Por si ya nadie se acordaba, durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, el Gobierno Federal repartió gratuitamente una serie de tablets con la marca del gobierno inscrita en ellas en las primarias de algunos estados de la república. Tenían Android 4.1 y creo que 2GB de RAM. Los morros de una generación anterior o una generación superior nos miraban a todos con envidia por haber nacido en el momento correcto. Ahí cociné mis primeros momos y me pasé todos los niveles de Fernanfloo en Geometry Dash. Feliz natalicio de Juárez y feliz primavera. Inspirado en el estilo de memoria de Los Relámpagos de Agosto de Jorge Ibargüengoitia.

-alan

Comentarios

  1. Pinche alan yo soy de una generación anterior a los que todavía les tocó y que perro coraje 😭

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Intentos expresivos. Sueño digital y contrapeso a mi propia estupidez.

"Me cambiaron de celda. Desde ésta, cuando me tiendo, veo el cielo, nada más que el cielo. Todos los días transcurren mientras miro en su rostro el declinar de los colores que llevan del día a la noche." "Kinky, nasty y aunque sea fancy Se pone cranky si lo hago romantic Le gusta el sexo en exceso Y en el proceso me pide un beso". "Vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo."