Ser hombre y por qué el sistema está mal

 ¿Qué hay que hacer para ser hombre?

Hay que saberle a los momos


Mmmmhh…

    A ver… cómo respondo esta pregunta que me hice a mí mismo… ¡Ah-ha! ¡Piensa en tus tíos!

    Hay que… dar madrazos. Hay que saber cómo dar un madrazo. Un buen hombre debe ser trabajador, debe proteger lo que es suyo. Tal vez no hay que ser violentos, te dirán por ahí, pero hay que saber ser violentos en caso de que la situación lo amerite. ¿Qué vas a hacer cuando un culero te ponga el pie o decida escupirte en la frente? ¿Te vas a dejar? ¿Te vas a quedar ahí como un (escoja el adjetivo de su preferencia: maricón, puto, puto maricón)? Un hombre debe de ser inteligente. Un hombre se las debe de saber. Un hombre es carismático, habilidoso, sabio. Un hombre debe saber usar su pene con astucia.

    ¿Y si te insultan?, ¿y si te hacen quedar mal enfrente de tu morra? ¿Tú que harías si vas caminando en la calle y alguien te da un putazo? ¿Qué debería hacer un h o m b r e?

 

    El otro día terminé de leer El club de la pelea, o de la lucha, como le dicen en España (jsjs). Evidentemente también había visto la película anteriormente, y me presentaba con dos alternativas para seguir con mi vida después de cerrar aquel compendio de páginas amarradas. Podía tomar el ejemplo del narrador y hacerme de una doble personalidad a través de la cual expresar mi masculinidad reprimida de los good old days de cazador recolector que seguramente llevo escondida en la sangre por alguna parte; o, no sé, podía cuestionarme mis propios comportamientos y conductas cíclicas heredadas y que hacen daño a otros individuos. Ya sabes, esas cosas.

    Hablando en serio, me gustaría decir que el tema de la masculinidad basada en el abuso y el poder es cosa de la generación de nuestros padres, y, aunque al menos en mi contexto inmediato la mayoría de los hombres que conozco ya no somos tan violentos como antaño, los estragos de una identidad basada en la violencia que se acarreó durante siglos nos siguen causando daño y aún quedan gotas en el piso que faltan por ser limpiadas.

    Como acabo de leer El club de la lucha (jsjs), analizaremos un poco las conductas del narrador y el contexto que lo lleva a tomar sus bien conocidas decisiones. Ayudado de esto y de (qué sorpresa) unas canciones, voy a hacer el intento de desentrañar los factores que pueden degenerar en una masculinidad tóxica.

    En primera, y como lo dejó ver ContraPoints en su video What is wrong with capitalism?, El Club de la Pelea presenta un problema generacional que se cocinó durante la segunda mitad del siglo XX. Cuando los chicos de la generación X se dieron cuenta de que no ocupan un lugar significativo en la historia, cuando caen en que “Somos los hijos medianos de la historia, educados por la televisión para creer que un día seremos millonarios y estrellas de cine y estrellas de rock, pero no es así. Y acabamos de darnos cuenta”1.



    En la ficción que presenta Palahniuk, un montón de hombres de clase obrera se dan cuenta de que ese sueño es materialmente imposible. Y lo único que genera en ellos es resentimiento. El narrador se describe a sí mismo y a su generación como entes frustrados; vive una vida acomodada con un trabajo de mierda, sumido en el hoyo de la clase media consumista que no tiene un mejor motivo al cual dedicar su vida que a comprar muebles de Ikea. El propio Club de la Pelea no es nada más que un montón de proles dándose en la madre para volver a revitalizar su masculinidad que el sistema en su eterna contradicción los hace anhelar, pero al mismo tiempo hace imposible acceder a ella. Detengámonos un momento. Punto uno: el sistema importa. Aquel individuo que se identifica como hombre tiene que vérselas con una cultura y una economía que le ofrece un modelo de lo que ser un hombre debería ser, y al mismo tiempo es oprimido por el sistema para que nunca alcance aquel ideal. Hombres de traje, barba y con una guitarra eléctrica guardada en el trasero que puedan tocar cada que alcanzan una victoria. O ingenieros carismáticos, salvadores de la humanidad, como Elon Musk. Ah, cierto, también estúpidamente millonarios.

    Antes de continuar, me gustaría abandonar al Club de la Lucha (jsj) con el momento en el que Tyler mantiene un dialogo unidireccional con un burgués: “Recuerde esto: la gente a la que intenta pisar son todas las personas de las que depende. Somos quienes le lavamos la ropa y le hacemos la comida y le servimos la cena. Le hacemos la cama. Cuidamos de usted mientras duerme. Conducimos ambulancias. Le pasamos las llamadas. Somos cocineros y taxistas, y lo sabemos todo de usted. Gestionamos sus pólizas del seguro y los cargos en su tarjeta de crédito. Controlamos cada momento de su vida.

    “Así que no intente jodernos.”1

 

 Otro que desde hace más de una década ha hecho un trabajo increíble problematizando sobre el complejo de ser hombre es Kendrick Lamar. Desde 2011 esbozando en el aire con sus versos el contexto de violencia y maltrato que sufrió en su ciudad natal, y recientemente con Mr Morale & The Big Steppers, que contiene dentro algunas canciones en las que se presentan estos temas de manera explícita. Father Time aludiendo a los daddy issues del autor y todas las consecuencias que la educación que le otorgó su padre terminó por darle. Desde no tener la capacidad de llorar, no poder expresar sus emociones, no poder encariñarse con la gente que le otorgaba amor y convertirse en una persona competitiva.


 
    
  Punto dos: la educación importa. Es bien sabido que el machismo se hereda. Y si no hacemos el esfuerzo consciente de recapitular las causas que nos llevan a conductas perniciosas ─como lo hizo Kendrick─ podemos terminar condenados a repetirlas de generación en generación.

 

You did it. I'm proud of you. You broke a generational curse...

    Ahora, sin rodeos, vayamos al Punto 3: el desplazamiento. ¿A qué me refiero con desplazamiento? Esto ya no nos tocó mucho a nosotros, afortunadamente. Pero hubo un momento en el que los hombres tuvieron que verse desplazados del centro del universo para darse cuenta de que sus compatriotas femeninas y de distintos géneros e identidades también eran seres humanos como ellos. Oh, qué dolor. Debió de ser muy difícil para ellos. Aquí entra un paper que leí recientemente y que, si pudiera, pondría una katana en tu garganta para obligarte a leerlo de lo bueno que es. Lo puedes encontrar aquí. Nina Cabra Ayala es la responsable de la pluma, y presenta a lo que llama La herida masculina. De acuerdo a mi primera lectura, se trata del problema que sufrieron los hombres blancos heterosexuales del siglo XX cuando empezaron a pasar a segundo plano, cuando empezaron a perder la identidad y privilegio de jefes. Sin embargo, la herida masculina no se reserva a hombres blancos heterosexuales y de poder; su rango nos contiene a todos. Porque en nuestra búsqueda de identidad de género, todos los hombres también sufrimos de las consecuencias que la masculinidad hegemónica puede tener sobre cualquier individuo. La mayoría de nosotros hemos sufrido de humillaciones, de insultos y de daños a nuestra personalidad por mostrarnos distintos o sencillamente indiferentes ante la identidad totalizadora y, en palabras de Nina, guerrillera del hombre: “El ideal de masculinidad dominante es guerrerista, agresivo, invasivo y que se asume dueño de todo; este imaginario se ha instaurado como uno de los valores centrales de la sociedad contemporánea…”2



    La resolución a la que llega la autora me parece increíble, porque, ¿qué le puede pasar a una herida? Puede empeorar, puede ser un camino sencillo a la muerte, a infectarse, como menciona ella. Puedes terminar haciendo un club de la pelea para hacerle contrapeso a tu frustración y conflictos internos; o puede sanar, puede conducir a otra etapa, a una transformación.

    Hay muchísimos puntos interesantes que presenta su artículo, y de verdad no puedo dejar de recomendarlo, pero es hora de ir acabando. Decidí escribir esto no sólo porque leí Fight Club, sino porque he notado ciertas conductas en mí mismo que no me agradan particularmente. Conductas posesivas y… bueno, básicamente una ignorancia bastante alta en cómo amar sanamente, a veces en cómo expresarme, y he tenido desde hace tiempo problemas para, por ejemplo, poder llorar. Nina propone una crítica activa hacia nuestras formas de ser un hombre. En primera, ponerme en duda a mí mismo y a mis propios límites, “poner los límites entre signos de interrogación, detonarlos con la fuerza de la sospecha de que en realidad sean nuestros límites, implica ya un movimiento de crítica”2, dice ella. Al igual que “Sospechar de mis certezas sería la única forma de poner en duda mis propios límites, y así poder quebrarlos. Ya el psicoanálisis, la antropología, varias vertientes de la filosofía y muchos otros saberes, nos han mostrado que también aprendemos a amar nuestros límites, nos apegamos a ellos y les rendimos tributos que los hacen afianzarse en sus bases.”2 También algo que me parece importante es que nos invita a prestarle atención y a producir manifestaciones estéticas que cubran el espectro de nuevas formas de ser hombre, “Explorar narrativas, imágenes y acontecimientos corporales que nos permitan recomponer los límites y valorar la gran diversidad de formas que puede adoptar la masculinidad.”2 Y cuando podamos haber tirado a la basura esa masculinidad hegemónica que de nada nos sirve ya─ y no, no me importan tus argumentos naturalistas que utilizan a la biología para justificar el status quo, ya préstale atención a las necesidades del mundo real pinche Juan─ poder darle paso a las nuevas masculinidades que en el momento presente ya estamos construyendo. Pero ahora sí, ¿sabes? En particular a nosotros en estos momentos creo que nos toca sanar la herida de contrastar con nuestros mayores, de fracasar en nuestros intentos de provocarles orgullo, y de trascender sus necesidades polvorientas para amar la vida sin pena, sin pensar en sus prejuicios y finalmente construirnos a nosotros mismos como hombres… mmm… chidos. 

    Tú ya sabes qué hacer.

 

-alan


Referencias:

1. Chuk Palahniuk. (2019). El club de la pelea. México: Penguin Random House.

2. Cabra Ayala, Nina Alejandra  (2017). La herida masculina. Nómadas (Col),  (46),167-182.[fecha de Consulta 26 de Junio de 2022]. ISSN: 0121-7550. Disponible en:   https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105152132012   

Extras:

Hablando de manifestaciones estéticas de nuevas masculinidades, hay un artista llamado Camilo que hace un trabajo genial al respecto. Aquí está su cuenta de Instagram.

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Intentos expresivos. Sueño digital y contrapeso a mi propia estupidez.

"Me cambiaron de celda. Desde ésta, cuando me tiendo, veo el cielo, nada más que el cielo. Todos los días transcurren mientras miro en su rostro el declinar de los colores que llevan del día a la noche." "Kinky, nasty y aunque sea fancy Se pone cranky si lo hago romantic Le gusta el sexo en exceso Y en el proceso me pide un beso". "Vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo."