24 horas al día quiero vivir
Más cuando ya estoy haciendo las cosas que quiero hacer
Me
detengo un momento y me pongo a pensar
En que tú
estás junto a mí
Que no se
va a repetir
Que la
vida se me va
Con los
besos que yo
No te he
dado aún
“De manera
que no cabe dudar de la verdad de aquello que, como un oráculo, dejó dicho el
mayor de los poetas: ‘De la vida es escasa la parte que vivimos’. Porque todo
el espacio restante no es vida, es mero tiempo.”
Séneca
Hoy (hace
dos semanas) me desperté muy consternado. Abrí los ojos, me senté en mi cama,
puse los pies descalzos en el suelo frío y me pregunté dulcemente: ¿Cómo que
ya es junio?
Sí,
Guillermo del Toro, yo sé que nosotros los jóvenes tenemos un chingo de tiempo,
¿pero tiempo para qué?
Al
igual que muchos de ustedes (supongo), he pasado los últimos dos años de mi
vida con el sentir de que no ha pasado nada. No tengo recuerdos. No tengo
memorias gratas para contarme ni a mí mismo. La entrada que estás leyendo ahora
mismo es el segundo intento que hago de escribir esto. En el primero incluí
algo que dice más o menos así:
Hoy
quiero hacer una de esas cosas que los escritores de video ensayos de YouTube
desesperados por visitas siempre hacen: conectar un tema interesante y complejo
con un producto de la cultura popular que tenga poco o nada que ver y poder
forzar una bella relación de correspondencia entre dichos elementos. No olvides
picarle a la campanita y suscribirte a mi canal de yutu. Y este artículo
está patrocinado por Nord VP— ALTO.
Ok.
Entremos en personaje.
Hace
no mucho tiempo yo me quería morir. Hubiera preferido la nada a seguir teniendo
que soportar mi penosa realidad llena de ansiedades y preocupaciones. No le
veía mucho el punto a esto de seguir invirtiendo esfuerzo a cambio de una
recompensa muy abstracta en el futuro, en tanto que mi lista de preocupaciones
inmediatas contenía cosas como: a) aprenderse el Ciclo de Krebs para un examen,
b) Hacer el examen, c) Olvidar el Ciclo de Krebs. ¿Y para qué esforzarse? Somos
7 mil millones, ¡MIL MILLONES!; cualquier profesión que elija va a estar
invadida de otros 115429 individues con mejor preparación que yo para hacer
cualquiera de las de por sí inútiles cosas que pudiera elegir para hacer por el
resto de mi estúpida vida. ¡E igualmente nada va a cambiar y el pendejo mundo
se va a seguir consumiendo a sí mismo hasta que la crisis ambiental termine con
cualquier rastro de civilización humana!
Bueno, creo que no estoy yendo a ninguna parte, el punto es que me
quería ir al cielo, darle un sape a Vicente Fernández por pinche cochino,
después pedirle a Juan, Pedro, o alguno de los personajes secundarios del Gran
Libro que si me echaban el paro para saltarme todo el papeleo burocrático de si
el cielo o el infierno y pedirles amablemente que me dejaran en la llana
inconsciencia; que si había hecho algo bien en la Tierra, ya no me importaba, y
prefería pasar de largo por las recompensas placenteras y trascendentales de
ese anhelado club celestial; así estoy bien. Tenía todo el guion preparado.
Después,
descubrí, por unos videos geniales de internet, el alcance que tiene la
filosofía realmente más allá de tener una excusa para ponerse bien grifo. Y me
propuse leer filosofía como un auténtico intelectual, esperando que me llenara
de la sabiduría necesaria para afrontar mi inseguridad y sinsentido de la vida.
Leí varias cosas (de introducción y novelas existencialistas, evidentemente),
pensé muchas otras, y después de unos meses llegué a la conclusión de que sí
quería seguir vivo. En esta entrada exploro más a fondo esa decisión.
(Si también te quieres morir, yo te recomendaría la psicoterapia antes que leer
filosofía. Yo creía que me quería morir, hasta que enfrenté la posibilidad de
realmente hacerlo; ahí las cosas cambiaron en mi caso particular, me di cuenta
de que carecía de propósitos y motivación. Yo pude afrontarlo sin terapia, para
usted que sufre algo parecido o más serio, sabemos que lo mejor es la ayuda
externa.)
Ya
tiene algo más de un año de que dije ‘a huevo, sí quiero vivir, no suena tan
mal’. Y no me arrepiento: las tortas saben chidas y creo que el mundo puede
tener esperanza. Recientemente he estado pensando que viví mucho tiempo sin
vivir conscientemente, sin haber tomado la decisión por mí mismo de que quería
seguir respirando. Vi toda mi vida como si no hubiera sido nada, como si todos
los recuerdos de mi infancia y de una reciente pandemia se esfumaran delante de
mis ojos. Tanto tiempo, tantos segundos que pasaron sin saber qué rayos estaba
pasando. Dieciocho años. Creo que muchos tenemos un sentimiento colectivo de
que pasamos dos años de existencia en los que no recorrimos nada, en los que la
vida nos dio una patada en la panza, nos sacó el aire y se fue corriendo
mientras su imagen se diluía en el horizonte y nuestros dedos raspaban en el aire
por su partida. Con todo este tiempo que se siente que lo es todo, pero no
valió nada. ¿Y así va a ser siempre? ¿En diez años voy a mirarme para solamente
reconocer a un imbécil? ¿Entre más viejo me haga, siempre este sentimiento de
que no he hecho nada y de que la vida se esfuma detrás de mí va a seguir
acelerándose?
Así que voy a hacer el intento de escribir lo que entendí sobre
Sobre la Brevedad de la Vida, de Séneca. Como spoiler, también
revisaremos brevemente a Everything Everywhere All at Once y El cuento de la
princesa Kaguya. Pero antes:
Parte
1: El problema
En 1994, como un regalo de Dios al mundo, salió Re, el
segundo álbum de Café Tacvba. En su tiempo fue recibido como con cara de ‘¿q?’,
sin embargo, hoy en día incluso puedes encontrar listados ociosos que lo
catalogan como uno de los mejores (o el mejor) disco en español de los noventa.
Nada mal, muchacho. Pero, ¿por qué? Me temo que para responder la pregunta del
porqué Re es tan bueno, necesito una entrada aparte; aunque eso no me
impide hacer el intento de hablar de 24 horas.
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Joyón uwu |
Tantas horas sin dormir
Creo que voy a morir
24 horas al día quiero vivir
Tantas cosas quiero hacer
Que no alcanzo a recorrer
Todo lo que en mi cabeza llego a tener
Rubén Albarrán, con sus 27 años, más o menos, logró retratar
en un disco de 20 canciones una serie bastante larga de situaciones comunes en
la travesía del ser por la vida: el despecho, la alienación del trabajo, el
enamoramiento, la migración, la cotidianidad citadina, y algunos otros, como el
paso del tiempo.
Con versos bastante explícitos y una tonadita bien alegre,
Albarrán nos colorea vívidamente ese sentimiento de que el tiempo sigue pasando
y no hemos hecho nada al respecto. Encima añádele un mundo que casi te obliga a
punta de espada a ser lo más productivo posible y, al final, lo único que nos
puede quedar es el deseo de estar despiertos 24 horas al día.
Son de conocimiento popular esas frases que denotan nuestra
queja constante ante la naturaleza del tiempo. Todos somos conscientes de que
pasan los años y cada vez se hacen más cortos. Hay hasta algunos que se quejan
explícitamente hablándole al mundo como si fuera Dios mientras esperan una
respuesta que los consuele. Y a partir de la consciencia de que no estás
haciendo absolutamente nada de tu vida se desencadenan otros problemas; pero,
por ahora, con esto tenemos suficiente para avanzar.
Parte
2: El señor y su libro
Séneca fue un filósofo romano y privilegiado nacido por ahí
del 1 d.C., con una vida particularmente tranquila, en la que le obligaron a cortarse
las venas de brazos y piernas a él mismo como condena por conspirar en contra
de su ex aprendiz Nero. También forma parte de la pandilla de los
estoicos.
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La muerte de Séneca |
El estoicismo fue una corriente filosófica que se
caracteriza, a resumidas cuentas, por mantener la opinión de que el mundo
está organizado en una manera racional y coherente1. Denominaron el término logos como una fuerza
que organiza al universo benévolamente y que actúa a nivel individual y
colectivo. Como explica Gregory Hays en la introducción de su traducción de las
Meditaciones de Marco Aurelio:
“El logos opera en un nivel individual y en el universo como un todo. En los individuos es la facultad de la razón. En un nivel cósmico es el principio racional que gobierna la organización del universo.
…
Todos los eventos están determinados por el logos, y siguen
una cadena inquebrantable de causa y efecto.
…
Así, el humano es como un perro atado a un vagón en movimiento. Si el perro se reúsa a correr con el vagón, será arrastrado por él; sin embargo, la decisión permanece suya: correr o ser arrastrado.”
Así que eso es el estoicismo, y esta clase de filosofía
históricamente se ha utilizado para luchar contra la ansiedad, la incertidumbre
de un futuro totalmente incierto, el miedo a la muerte y otros males. La
primera obra de este señor que me animé a leer fue Sobre la Brevedad de la
Vida, un tratado muy cortito que puedes descargar aquí, y que, para
empezar por el final, presenta la tesis de que la vida, si se sabe aprovechar
es larga y puede llegar a ser satisfactoria.
Al principio, Séneca también nos hace una introducción al
problema que tratamos, la queja constante de que el tiempo que se nos ha
otorgado es escaso, y el que se sucede es ridículamente rápido. Ante esto, nos
dice que “no recibimos una vida escasa, sino que la hacemos corta”.
Puede sonar simplemente como tu abuelita dándote consejos que ya tienes muy
bien internalizados, pero él argumenta que no le damos el lugar que merece al
tiempo como bien y recurso: nunca se repara en el poco con el que contamos. Nos
repite que nunca calculamos el tiempo que ha pasado y que, cuando la muerte nos
asecha, ya es demasiado tarde.
Como muchos de los sabios de la antigüedad, reitera que lo
único real es el presente; por ende, es lo único que merece ser apreciado
totalmente, además de las memorias. Siguiendo ese hilo, también se pronuncia
totalmente en contra de aplazar la vida para el futuro, en especial en la vejez
y el retiro:
“¡Qué olvido de nuestra mortalidad tan estúpido aplazar los
planteamientos sensatos para los cincuenta o los sesenta años y pretender
empezar la vida en un momento al que pocos logran llegar! “
"A los hombres más poderosos y encumbrados verás que se les
escapan frases que revelan el deseo de tiempo libre, lo alaban y lo prefieren a
todos sus bienes."
Se trata de Augusto (primer emperador de Roma), Cicerón y
Livio Druso (políticos romanos).
Algo que se me hizo muy chistoso fue encontrar su profundo
odio ante los vanidosos. Los ve como atareados y derrochadores de tiempo en
algo en lo que no vale la pena invertir tanto esfuerzo. Como todo buen ser
humano que nació con una cámara en sus manos que le permite revisar su estado
físico en cualquier momento, eso me chocó bastante. Pero tiene su punto;
porque, si dejamos que las preocupaciones que los demás nos dicen que
deberíamos tener (tienes que verte bien todo el tiempo, tienes que ser deseado,
tienes que mostrar indiscriminadamente lo feliz que sos y lo deseado que eres…)
y nunca atendemos a nuestras verdaderas necesidades, entonces, ¿cuándo nos
vamos a conocer a nosotros mismos?, ¿cuándo voy a saber qué es lo que quiero en
verdad?, ¿en qué tiempo me voy a escuchar a mí mismo? Y si nunca me entero de
qué es lo que quiero, ¿cuándo voy a actuar o hacer algo por mí o por los demás?
En “El ocio de los hombres de letras”, también da a
entender que no todo conocimiento que se genera es realmente digno de ser
adquirido. Se queja de aquellos que prefieren ocuparse a los estudios
profundamente inútiles. Banalidades como ¿Qué se escribió primero, la Ilíada
o la Odisea? Tiempo perdido, básicamente. Eso resuena mucho actualmente con
el mar de información estúpida que se escribe a diario y se publica a cada
segundo sin descanso.
Si te das el tiempo de leerla, notarás que hay casi en toda la
obra una persona hipotética a la que Séneca le dedica su regaño constante. Ni
tan hipotética, pues descubrí que la obra está dedicada a un tal Paulino, que
resulta ser un pariente de su esposa dedicado a la contaduría de trigo, y que
aparentemente Séneca notaba excesivamente ocupado. Muchas de las oraciones
presentes tienen como objetivo concluir con la invitación a Paulino de llevar
una vida más tranquila y a que se aleje de los malestares externos de su oficio
para concentrarse en él mismo.
Sea a quien sea a quien dedique sus regaños, la victima de
estos considero que es más bien una etapa del espíritu humano que todos hemos
experimentado y que todo chango experimentará. Me gustaría llamarlo provisionalmente
estado salado, podrido, o llámalo como quieras, ya me vas a entender.
¿Te has sentido sin control de tu vida alguna vez? ¿Has sentido que perdiste el
timón? ¿Las olas te arrastran, el tiempo fluye sin que tú puedas hacer nada?
Tengo brazos y piernas, pero parecen no responder, parecen no ser útiles. Todo
controla tu vida menos tú. En mi interpretación, ese es el estado al que le
canta el tiro Séneca. Sólo mira como describe a los atareados:
“Hasta sus placeres son
asustadizos y se ven alterados por diversos terrores, cuando andan más alegres
se les viene este pensamiento angustioso: ‘¿Cuánto tiempo durará esto?’”
Contra esa parte de la mente que nunca nos deja enfocarnos en
nada, cuando dejamos que nuestros pensamientos se enreden y sean más grandes
que nuestra propia vida. Cuando vivo en cualquier parte dentro de mi cabeza,
excesivamente lejos, pero nunca aquí, con los demás. Toda mi experiencia se
convierte en un sueño, en mera imaginación y preocupación. Y genera pánico
saberlo, genera pánico despertar y observarte a ti mismo como un extraño al que
no conoces. ¿Qué estás haciendo? Ante esa perspectiva de que no has hecho
absolutamente nada, el miedo a la muerte puede llegar como una inyección
inesperada en el cogote. Delante de ese planteamiento, dependiendo de factores
muy diferentes para cada persona, es muy sencillo dejar el plato preparado para
caer en el abismo del nihilismo. Algo más o menos así sufrí recientemente.
Segundo problema.
¿Cómo luchamos contra el nihilismo?, ¿qué haces cuando te das
cuenta de que no importa cuantas veces te levantes, siempre vas a volver a
caer? No es que puedes volver a caer, es que VAS a volver caer. ¿Qué haces
cuando creías que ya habías aceptado tu muerte, ya habías leído tus novelas
existencialistas, realizado tus videos pretenciosos, y aún así el dolor siempre
vuelve, la desesperación siempre te está esperando ansiosa detrás de la puerta? ¿En realidad todo esto merece si quiera el esfuerzo?
Parte 3: Everything, Everywhere All at Once (spoilers, duh)
Tal vez esa es la pregunta con la que Joy se enfrenta al poder
ver todo, en todas partes al mismo tiempo. Ella se encuentra con el absurdo en
la bastedad, infinita complejidad y estupidez del universo (algo así como Borges cuando ve el Aleph), y pierde el timón.
Su actitud nihilista la lleva hasta el extremo de abandonar su propia
moralidad, a matar sin reparo y a conspirar en contra de su familia en cada
realidad posible. Está salada. Y lo único que ella cree que puede acabar con su
dolor, es acabar con ella misma.
En esta increíble película, veo reflejado en cada personaje
una manera de luchar contra el absurdo y evitar caer en el nihilismo.
Evelyn, al igual que todos, está perdida. Ella ya es una
persona mayor, atormentada por sus decisiones y el estado actual de su vida.
Cuando Alfa Waymond le otorga un vistazo al carrete de su vida entera, podemos
ver eso mismo. La protagonista ─se menciona explícitamente─ es la versión más
fracasada dentro del infinito mar de posibilidades que ofrece el multiverso.
Aquí el multiverso se usa como un recurso narrativo utilizado para que Evelyn
entienda sus propios demonios, además de, cómo no, desarrollarla como persona
en el clímax (y no solo como una referencia y atractor de mocosos ─como yo─ que
señalan la pantalla del cine mientras derraman sus palomitas por un cameo).
En la trama de la película, Joy consigue que Evelyn vea todo,
en todas partes al mismo tiempo. Y se da cuenta de eso que todos hemos sentido
pero no siempre nos atrevemos a admitir: nadie sabe qué está haciendo y nos
encontramos la mayor parte del tiempo corriendo en círculos mientras la vida se
sucede dejando unas pocas motas de tiempo que realmente justifican y dan un
poco sentido a este interminable circo de insensatez. Evelyn sucumbe al caos y
pierde todo sentido de responsabilidad por ella misma y por quien la rodea. Ya
nada importa, y nunca lo hizo.
No es
hasta que encuentra en Waymond la perspectiva que estuvo frente a su nariz todo
este tiempo que su mirada recupera esa especie de luz interna. El cómo Waymond
lucha contra el nihilismo lo deja muy claro el guion mismo:
“Cuando
elijo ver el lado bueno de las cosas, no estoy siendo ingenuo. Es estratégico y
necesario. Es como he aprendido a sobrevivir a través de todo.
…
Por
favor, sean amables, en especial cuando no sabemos qué está pasando.
…
Así es
como lucho.”
MMM
Para los familiarizados con las
ideas de Camus, tal vez esto reverbere en sus cabezas. Porque hay maneras de ver que no somos nada, y maneras de ver que no somos nada. La vida es perspectiva, dice Kendrick.
A ver.
Quizá el
planteamiento mismo de lo que me encuentro escribiendo sea erróneo desde el
principio. Tal vez uno no luche contra el nihilismo. Tal vez uno a los
17 no se hace un experto en existencialismo francés. Tal vez esa abstracción a
la que le decimos felicidad nunca va a llegar hasta que la deje de
buscar, hasta que la deje de forzar. Tal vez uno nunca deja de sufrir. (Warning:
too personal, gets ugly). ¿Te acuerdas del artículo de Mi experiencia con
los domingos? “Recientemente cumplí la mayoría de edad en este país”,
decía. Había pasado mucho tiempo esperando para decir eso. He pasado mucho
tiempo encerrado en mi cabeza únicamente fantaseando en la persona que seré,
buscando la felicidad y aplazando mi vida a un futuro imaginario. Aplazándolo
todo para el día que esté bien. Un niño en un sueño perpetuo buscando lo que
quiere ser de grande. El dolor siempre va a estar contigo y conmigo, y tal vez
la verdadera pregunta es ¿Cuándo aceptas al nihilismo?, ¿cómo?
¿Ya
puedes acabar con Séneca?
Parte 4: las salidas
Ok, ya
hemos aprendido anteriormente por aquí que me voy a morir, que tengo cierto
tiempo y que no puedo hacer nada al respecto. O sea, si puedo dejar de fumar,
comer bien y hacer ejercicio (si tengo una razón mayor para seguir viviendo),
pero igualmente la calaca me va a caer como un coco en la cabeza tarde o
temprano. Y aquí viene la parte racional estoica de superar el miedo a la
muerte a través de la realización de que cuando muera, en realidad solo me
fundo con el resto del universo. Tus átomos no se esfuman cuando palmas. Y nunca
fueron tuyos. Tú sabes que todo lo que eres tú un día era del mundo. Así como
el carbono de la fruta que te tragas y que en tu interior combustiona para
volver al aire y volver a una planta que lo incrusta en sus tejidos de nuevo.
Soy la naturaleza, mi separación de ella es una cosa arbitraria desde este
punto de vista.
Y sí, puede que el estoicismo en nuestros días parezca una
alternativa esotérica a la autoayuda convencional que nos ofrecen post de
Instagram hechos en Canva. Personalmente, creo que es un poco más que eso. Mal
llevado, el estoicismo puede llevar al conformismo y a la no acción. Sus
proposiciones sí pueden usarse para justificar el estado actual del mundo, el
cual es deplorable. Sin embargo, una sumergida un poco más profunda revela que,
al menos, estos señores tenían cierto marco lógico para sostener la postura de
que el mundo está organizado de manera perfecta. Obras como esta dejan ver que,
bien comprendida, la postura estoica solamente ofrece una visión del mundo que
nos abre los ojos a la infinita interdependencia que tenemos con el cosmos, con
los demás seres vivos, humanos y no humanos. Puede ofrecer una perspectiva que
nos permita deshacernos de lamentos banales e irracionales para poder apreciar
lo verdaderamente valioso. En este sentido, a mí incluso me presupone un
aumento en mi motivación para cambiar lo que está mal del mundo, a poder
colaborar y concentrarme en las cosas realmente importantes.
Tal vez a aprovechar mi tiempo, porque los estoicos siempre te
recuerdan lo frágil que eres, lo efímera que es tu existencia. Solo toma un
poco de razonamiento el llegar a la conclusión de que la acción por el mundo es
irremediablemente necesaria. Y, ¿cómo aprovecho mi tiempo?, ¿qué hago con él?
Séneca propone algunas cosas. En primera, dedicar nuestro
tiempo de ocio a “conversar con los sabios del pasado”. Básicamente que
te pongas a leer, maldito flojo de mierda (cuando hablo en segunda persona yo
sí me hablo a mí mismo indirectamente). Afirma que ellos te añaden tiempo, no
lo toman; ninguno “despachará a quien a él acuda sin hacerlo mas dicho, más
conforme consigo mismo”. Dice que “tomarás de ellos lo que quieras; por
ellos no quedará que tú les saques todo lo que seas capaz”. En una entrada
nos recuerda que, en efecto, nadie escogió nacer en primer lugar, ni mucho
menos con qué padres aparecer en el IMSS; pero los libros que leemos los
escogemos nosotros. “Están ahí las familias de los más nobles talentos:
escoge en cuál quieres entrar; tu adopción no solo te dará nombre, sino esos
bienes justamente que no habrá que custodiar con mezquindad ni malicia: se irán
haciendo mayores cuando con más gente los compartas”. Una manera bastante
chida de ver la lectura y el acceso al conocimiento, si me preguntan. “Es
posible discutir con Sócrates, dudar con Carnéades, serenarnos con Epicuro,
superar la naturaleza humana con los estoicos…” aprender a ligar con
Werevertumorro, añadiría yo.
Y en segunda, parece decirte que te alejes de
pendejadas que no llevan a ningún lado y mejor te dediques a cosas importantes,
y especialmente interesantes. Cosas como la filosofía o la física:
“Retírate
a estas tareas más tranquilas, más seguras, más importantes. ¿Crees tú que, si
procuras que el trigo, sin engaño o descuido de los transportistas, pase a los
graneros en buen estado, que no se vicie y recueza por coger humedad, que
responda al peso y la medida, es lo mismo que si te arrimas a estas tareas sagradas
y sublimes dispuesto a saber cuál es la sustancia de dios, su voluntad, su
condición, su forma, qué destino espera a tu alma, dónde nos coloca la
naturaleza tras la salida del cuerpo, qué es lo que sostiene en el centro cada
uno de los cuerpos más pesados del mundo y mantiene arriba colgados los
ligeros, lleva a lo alto el fuego, mueve las estrellas según sus ciclos, y
todas las demás cosas llenas de inmensas maravillas?”
O bueno,
eso dice él. A mí particularmente me agrada bastante lo que acabo de leer. Fue
un regaño que valoro. Pero no sé, ya cada quién tomará de este artículo lo que
quiera y dejará lo que no quiera. Ahora, supongo, es responsabilidad tuya y mía
decidir qué hacer con los días que nos quedan, ahora nos toca ajustar los
engranajes de esta maquinaria para sacarle el mayor provecho y poder apreciar
las bondades del universo, al mismo tiempo que aceptamos la inevitable condena de sufrimiento que llevaremos hasta la tumba.
-alan
Ah, no,
todavía no acabo. Gracias a un tuit de mi amigo Luis (saludos, Luis, si llegas
a leer esto) me entraron ganas de ver alguna película de Studio Ghibli, y una
de las que más me llamaron la atención fue
Parte 5: El cuento de la princesa Kaguya
Todo
cuento antiguo tiene una moraleja escondida, ¿no? Kaguya, al crecer, pudo
simplemente ser y estar en el bosque rodeada de las personas a las que amaba, a
la vez que experimentaba toda clase de infortunios y placeres. Estaba en el
flujo natural de las cosas, en armonía con la naturaleza y, en cierta medida,
feliz. Cuando comienza a tomar sus responsabilidades como princesa, todo se va
al caño, y al final gracias a su desgracia tiene que irse de donde vino, a la
luna. La verdad se me hace una película bastante triste, casi como una
tragedia. La princesa pudo haber venido a este planeta a ser feliz y a vivir
una buena vida; sin embargo, todo acaba mal y sus padres tienen que ver a la
razón de sus días marcharse por el cielo hasta convertirse en un punto diminuto
en el firmamento.
Ante todo
pronóstico, pienso. Pienso… y, caramba. A veces las cosas son tan difíciles y a
veces las cosas más fáciles se nos van de las manos. Pero si pudiera ser genuinamente
feliz, verdaderamente pleno únicamente viendo las hojas que caen de un árbol… aronouman…
Ahora sí.
Me piro.
O bueno espérate. Si llegaste a leer todo hasta acá, por favor, ilumíname y dime ¿Tú cómo lidias con el paso del tiempo?, ¿tú que has hecho cuando te das cuenta de que no has hecho nada que te gustaría con el tiempo que has tenido? Me gustaría saber la opinión de aquellas 3 mentes que leen esto sobre todo el choro que acabo de escribir. Abajo están los comentarios. Bendiciones.
Notas
1. Ojo que todos los malestares que describí nacen teniendo tus necesidades materiales resueltas. Nótese que no mencione el dolor de, no sé, nacer pobre o en un municipio bien culero. Casi no tomé en cuenta factores externos y sistemáticos para lo que escribí, y será importante tenerlos en cuenta para el futuro.
2. Embárrame en tus besooos.
Referencias:
1. Gregory Hays. (2002). Meditations. United States: Modern Library.
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