Crítica a México (sin spoilers)
Dirigido a quien le llegue.
Condenados sean ustedes.
Inspirado en las ideas (que no se
burlen los señoritos licenciados en Filosofía) divulgadas por el Proyecto
Migala.
...
No soy ningún filósofo, ni doctor
en ciencias políticas, ni erudito en teoría del Estado, ni escritor y ni
siquiera veo las noticias en la tele; hasta prefiero usar Twitter para ver
diseños cotorros de playeras que para ver noticias. Pero cierto discurso
escuchado por aquí en internet me ha persuadido lo suficiente como para caer en
cuenta de que tengo que tomar al menos cierto nivel de conciencia del entorno
que me rodea; tengo que caer en cuenta de que es muy probable que nunca me vaya
a ir a Canadá a vivir mi idílica vida con nieve y movilidad social incluida.
Y el otro día estaba sentado en
la banqueta tomándome una Caribe y en eso que me pregunto: ¿Me gusta ser
mexicano? ¿Qué será México? Un producto de la historia, un aparato de las
elites para controlar la mayor cantidad de terreno dentro de un área
geográfica, una figura, ¿Un cagadero de individuos conectados por un
sentimiento de pertenencia incrustado por instituciones ajenas a nuestros
intereses?
No soy ningún filósofo, pero pues
aquí nací, y no necesito serlo para expresar mi sentir respecto al aparato que
sostiene mi sistema de salud, mi educación y la infraestructura sobre la que se
erige mi vida cotidiana.
Yo creo que México no existe. Yo
creo que no hay tal cosa como un México, las naciones me parecen
inventos que la mayoría de nosotros aceptamos inconscientemente aceptar que
existen solo por el hecho de que cuando spawneamos ya estaba la bandera erizada
afuera del hospital. Yo creo que México no existe como república democrática
porque no es una democracia. Yo creo que todo este circo que soportamos cada
seis años es sólo un placebo para creer que esto es una democracia. Cuándo he
hecho algo por involucrarnos en las decisiones de las que depende el bienestar
de 130 millones de personas. Cuándo.
Yo creo que el sistema
contemporáneo está inconscientemente diseñado de una manera deficiente que daña
al espíritu de los habitantes de este tal México. Habitantes sin ningún motivo
para tomar un papel activo en el bienestar de su comunidad. Recientemente me
mudé de nuevo a la Ciudad de México. Y lo primero que uno ve después de
maravillarse de la increíble oferta cultural --de los edificios y de la
aparente eficiencia del sistema de transporte público-- es cuánta verga le
vales a todo el mundo. Es cuanta competencia disfrazada se enmascara en los
trabajos y universidades. Cómo se vive con la profunda convicción de que te
tienes que cuidar 24/7 porque si alguien tuviera la oportunidad de chingarte,
lo haría. Cómo voy a vivir así, a veces me pregunto. Hasta cuándo. Ciudades y
transportes diseñados para el consumo y uso de autos, ciudades centralizadas
con periferias dejadas al aventón que parecen lugares abandonados por Dios.
Como dijo Juan Rulfo: donde los perros ya ni ladran.
Vidas vacías sin propósito alguno
más que el de consumir. Y yo que ni conozco México, aquí lo estoy criticando.
Yo que he pisado 6 estados de la república. No hay nada, nada que me haga
sentir genuinamente atado a una diversidad tan grande de pueblos y de
costumbres, de personas, de animales y de flores. Decir que estoy orgulloso del
punto de esta bola gigante que flota en el espacio que me tocó habitar, sería
más que una mentira. La mera neta, lo único que puedo decir que me gusta de la
mayoría del territorio es su comida. No pretendo ofenderte ni nada, pero si en
estas fechas te llega un espasmo al ver esa bandera diseñada por personas que
no conoces; al escuchar esos retóricos discursos y al observar perplejo el
cielo con los majestuosos desfiles que deslumbran la verga del ejército,
entonces, lo siento, pero creo que estás un poco bien pinche adoctrinado.
Qué será México, yo me sigo
preguntando. Como todas las naciones del mundo (supongo), será una ficción
fundada sobre sangre muy real, que no ha reparado en rectificar el sufrimiento
de los que estaban antes y que fue el costo a pagar por la erección (jsj) de
este país. Será un pequeño mundo en el que una pequeña parte de él decide que
será del conjunto en general.
Yo digo que no hay de otra más
que quitarse las manos de las orejas y de los ojos, tomarse en serio el
proyecto ficticio que estamos creando y, esta vez, hacerlo todos. Últimamente
me he alineado con la postura que afirma que de verdad no va a cambiar nada hasta que la mayoría de la
población tome cartas en el asunto en el proyecto del Estado, hasta que no
podamos participar de manera efectiva en las decisiones del gobierno que
deciden nuestro destino. Tomar a la política por el pescuezo para hacer lo que
siempre debió ser: una herramienta para guiar nuestros sueños y esperanzas
colectivos, para llevarnos a donde queramos llegar, sin llevarnos a nadie
entre las patas y tomando las opiniones de todos.
Cómo…
Cómo…


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